Lo mío con el aparatito disparador es sufrimiento y lo demás son tonterías. Por eso, tras una horrible sesión de láser, me he regalado a mi misma un monísimo conjunto de ropa interior, dos pares de pendientes, y una visita al Mercadona a comprar bolsitas de verduras de esas que tanto me gustan. Lo mejor de la velada, una charla inolvidable e interminable con Sara. Se nos han pasado volando las 7 horas que nos hemos tirado metidas en un centro comercial de esos de las afueras. En un Starbucks, por supuesto, sino, no sería yo. Pero nos hemos solucionado sendas vidas, y de paso, la de alguno más que falta le hace. Todo desde el cariño, por supuesto.

Y mañana es viernes y yo sin plan. Aburrimiento extremo.

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